El “mejor sistema sanitario del mundo”.

Yo era uno más de los muchos que proclamábamos que teníamos el mejor sistema sanitario del mundo. Vino la crisis del 2008 y a éste sistema se le recortó el presupuesto afectando principalmente a las retribuciones de los profesionales y a las inversiones.  Se le dio otra punzada con el RDL de medidas urgentes para la sostenibilidad del SNS del 2012, y sin llegar a recuperar los presupuestos perdidos llegamos a la COVID-19.

El sistema demostró una resiliencia admirable gracias al esfuerzo titánico de sus profesionales y también a ciertos cambios de organización y funcionalidad. Pero algunas grietas permitieron ver deficiencias estructurales. Ola tras ola, las organizaciones se han ido tensionando y surgen ahora conflictos laborales en prácticamente todas las CCAA.

Conflictos que tienen diferentes causas, y que por ahora están centrados mayoritariamente en la atención primaria, considerada la joya de nuestro sistema. Desde la década de los ochenta la profunda reforma de este nivel asistencial ha venido siendo uno de los objetivos de las consejerías en todo el Sistema Nacional de Salud. Y se han dedicado muchos recursos. Seguro que no todos los que necesitaba la reforma en su concepción y modelización inicial y menos aún en paralelo a la evolución demográfica y epidemiológica de nuestra sociedad.

Llevamos ya un tiempo hablando de la necesaria reforma de este ámbito asistencial, incluso antes de la pandemia, para adaptarla a la digitalización del sistema, a la cronicidad, para disminuir los trámites burocráticos, incrementar su capacidad de resolución, lograr una coordinación real con el sistema hospitalario y también con el socio-sanitario.  Cambios que no pueden cuestionar unos de los objetivos primordiales de la atención primaria: la puerta de entrada al sistema. Por poner un ejemplo en este sentido: si los centros no están abiertos ¿Cómo vamos a conseguirlo? A mí personalmente me cuesta entender que sea más fácil acudir a urgencias de un hospital que a mi centro de atención primaria.

Es necesario pues, que desde las sociedades científicas, en las cuales están los profesionales, se consensue un modelo de atención teniendo en cuenta todos los aspectos que hoy por hoy están fallando en el sistema. Y uno de los más importantes sin duda hace referencia a la satisfacción de los profesionales, ¿Realmente se ha profundizado desde las asociaciones profesionales o sindicatos en cómo mejorar la gestión para que los profesionales no se sientan inmersos en un burnout sin solución?

Estamos pues ante una crisis que es laboral pero que también lo es de modelo, y se podrá solucionar la primera con más profesionales y mejor retribuidos sin duda, pero hay que hablar del modelo.

Y hablar en positivo de la especialidad de medicina familiar y comunitaria para hacerla atractiva como cuando lo era en la década de los ochenta y noventa. Y para ello hay que solucionar estos conflictos con una enorme voluntad de dialogo. Por ambas partes, por supuesto.

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